LAS OCHO RAMAS DEL YOGA

Como ya he contado en alguna ocasión mi acercamiento al yoga fue motivado por la busqueda de una actividad física que no me aburriera. Tenía una imagen estereotipada y borrosa de lo que era el yoga que cambió en las primeras clases. Una de las primeras cosas que me atrajo, más allá de la práctica de asana, fue descubrir que había mucho donde rascar y profundizar.

Sobre el año 150 a.C. aproximadamente un pensador hindú cachemiro llamado Patanjali escribe los Yoga-Sutra, unos textos sánscritos compuestos de aforismos acerca de la sabiduria del yoga. Se considera el tratado de yoga más antiguo basado en la doctrina samkhia y en la escritura sagrada hindú Bhagavad-gita.

Como parte de este tratado se encuentra Ashtanga yoga. Ashta significa ocho en sanscrito y anga extremidad, o sea ocho ramas, que consiste en los ocho aspectos para vivir una vida desde un yoga con propósito.

Quizás prácticas yoga y jamás has escuchado hablar de las ocho ramas del yoga, ni de Patanjali, pero sin darte cuenta conoces al menos una o dos de estas ramas.

Como te comentaba al principio, en seguida se despertó mi interés por indagar en la filosofía del yoga y leer todo libro que cayese en mis manos. Pero he de confesar que la decepción llegó pronto al empezar a leer textos muy densos, poco comprensibles y en muchas ocasiones religiosos. Algunos de esos libros, como por ejemplo Autobiografia de un yogui de Paramahansa Yogananda, ni siquiera los llegué a acabar; me costaba empatizar con tantos detalles de milagros.

Como soy de naturaleza testaruda, cuando llegué a los Yoga Sutras decicí que quería leer Ashtanga de otra manera, desgranarlo, tomar notas e intentar entenderlos y explicármelos a mi misma. Y por supuesto, dibujarlos. Así es como hice mi versión de las Ocho ramas del yoga ilustrado, con mis dibujos y sí, con mujeres como protagonistas.

Hoy en día se habla mucho de la apropiación cultural y he de confesar que no tengo respuestas claras a los cuestionamientos al respecto. Si cogemos una tradición milenaria de Oriente, la sacamos de su contexto, la traemos a Occidente y sustituimos a personajes masculinos indios por mujeres occidentales, ¿estamos cayendo en una apropiación cultural?.

Yo dibujo mujeres occidentales practicando yoga porque intento explicarme a mí misma. Cuando estudiaba en la facultad de Bellas Artes trabajabamos el autorretrato en todos los formatos como una forma de autoconocimiento, de indagar en nosotros mismos y de hacernos preguntas desde una óptica más filosófica que hedonista. Y siento que es lo que sigo haciendo a día de hoy. Profundizar en cualquier conocimiento implica pasarlo por tu filtro de realidad; si eso es apropiación cultural, muchos caemos en ella.

La mayoria de representaciones gráficas de las ocho ramas del yoga se corresponden con un árbol y sus ramas, en donde aparecen escritos los términos. Al leer a Patanjali yo los imaginé de manera circular con el octavo, Samadhi, en el centro, conteniendo al resto. Entre estas ramas están Asana, Pranayama que es la práctica de respiración o Dhyana, que es la meditación. ¿A que ahora alguno te suena? Otros hablan de los principios éticos o los principios personales de un yogui.

Si cuando realizas tu práctica de asana sientes que hay algo que te estás perdiendo o se te escapa, te aconsejo que leas, que profundices, que investigues y si te interesa te invito a conocer mi propia interpretación ilustrada de Las ocho ramas del yoga en formato artzine o en versión digital.

Si estás feliz practicando las posturas y no necesitas nada más, también está genial. No sé si existe la apropiación cultural, pero de lo que estoy segura es que los purismos no traen avances, innovación ni nuevas realidades creativas. Y que mientras se haga con rigor y respeto, aportar una nueva visión siempre será enriquecedor e inspirador para alguien más.

Gracias por leerme.

Amanda

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